Para algunos miembros del magisterio ha comenzado una guerra, un combate en el que no importa si al adversario lo dañan en su imagen, en su reputación o en su persona, en la que lo menos que interesa es manchar el nombre o renombre de aquellos que han manifestado intenciones, aunque con ello dejen resabios poco agradables para sus familias e hijos.
No!, la elección de las nuevas dirigencias seccionales magisteriales no es un campo de batalla en la que las injurias, las diatribas o las ofensas sean las mejores armas para minar el avance de los proyectos que no son afines a quienes las lanzan. La renovación de los sindicatos magisteriales no es más que un histórico instrumento democrático implementado para hacer sentir las opiniones de la base mediante el sufragio y no el espacio para desahogar frustraciones
Si se coincide con la filosofía, la trayectoria, el carisma o con la forma de ser en general de una persona o grupo, esto no es ni debe ser motivo para catalogar a alguien con un sin fin de perniciosos adjetivos emitidos con la facilidad que resulta hacerlo tras el teclado de un teléfono o una computadora.
Los que aspiran a un cargo, antes que nada, lo hacen conscientes de que serán sometidos al escrutinio de la base sindical, de eso no hay duda y para ello tienen que estar preparados; para el debate, para la discusión de ideas, para el intercambio de opiniones, apreciaciones y posturas y no para que los agredan con calificativos que van más allá de los límites del respeto a su persona incluso con mentiras o verdades a medias.
Es lamentable leer en redes sociales el nivel con el que los “defensores” de tal o cual proyecto se refieren a quienes no piensan como ellos, por sujetos así, que un día sí y otro también se desviven por insultar a los demás, por depositar en ellos sus obsesiones, venganzas y fanatismos es que las contiendas se pervierten, convirtiéndolas en un escaparate propicio para destilar odios, rencores y amargura acumulados por años.
Ante la inminente emisión de la convocatoria se está a muy buen tiempo para vivir una verdadera fiesta democrática, en la que las virtudes de los integrantes de todos los equipos prevalezcan y se impongan en el ánimo de los agremiados, en la que todos sus aspectos positivos sean la moneda de cambio para convencer y recibir su confianza, en la que al recibir el cómputo final y éste decrete a un equipo ganador, todos se puedan reunir nuevamente, converger y coincidir para aportar su experiencia.
Finalmente, al concluir el proceso, todos volveremos a nuestros espacios, a nuestras escuelas u oficinas con la confianza y la conciencia tranquilas por haber aportado a la democracia sindical privilegiando las buenas maneras y hábitos.